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V oy a tratar de dar respuesta a esta pregunta. Pero, antes, una pequeña aclaración: cuando me refiero a familia lo hago sobre todas aquellas ... personas consanguíneas, excluyendo aquellas otras que forman parte de tu proyecto vital; es decir no incluyo en el concepto familia a la pareja o a los hijos, que forman parte del entramado del día a día. También, vaya por delante, que siempre me he considerado afortunado por la familia que he tenido y que tengo, lo cual no quita que me cuestione a todas aquellas personas, de cualquier familia, que o no merecen nuestra consideración, afecto y cariño, por su propia personalidad, o que lo han perdido en momentos relevantes de la vida. Es cierto que siempre hay circunstancias profesionales, económicas, puntuales, en donde todo es subjetivo, sobre todo si no se corresponde con lo que tú esperabas de tu familia, pero cuando un familiar no está contigo en momentos cruciales, difíciles y sin que perjudique a nadie, entonces, si eso te llega a afectar, es que has sobrevalorado a esas personas que dejan de ser, ya, tu familia, salvo a efectos de apellido y poco más.
Sólo tenemos que pensar, para darnos cuenta de esta sobrevaloración, cuánto tiempo de nuestra vida dedicamos a esa familia. Sobre todo si tenemos una vida activa, laboralmente intensa o que implica muchas responsabilidades con los hijos y devociones con nuestra pareja. Realmente es muy poco tiempo el que dedicamos a convivir con esa parte de la familia. Creo que lo que debiéramos pedirle a un buen familiar es que nos dedique un poco de tiempo, más aún con las facilidades de las nuevas tecnologías, pero sobre todo que lo percibamos cercano a nosotros, que si necesitamos de él esté ahí y por supuesto también lo recíproco.
Quizá uno de los ámbitos en los que la familia más se corrompe es cuando existen lazos empresariales y también cuando faltan los progenitores y las herencias complican las vidas, pues salen a relucir los egos, las inseguridades, las faltas de afecto, etc. Lo que sí considero imprescindible tener en cuenta, por otro lado, es que el concepto tan positivo que tenemos de la familia los latinos puede hacer sufrir o padecer a determinadas personas por los rechazos, desprecios o faltas de consideración de otras. Por eso pienso que está sobrevalorada y que hay que ubicarla en su justo lugar, otorgando valor única y exclusivamente a quien lo merezca. Si no somos merecedores de ello, no lamentemos no recibirlo y si otros tampoco lo son, para nosotros, que no se rasguen las vestiduras por ello. Al final, en el fondo, tenemos que tener la opción de que a la familia también podamos elegirla, como a los buenos amigos.
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Ana del Castillo
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