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No solamente lo creo y lo digo yo, se lo he oído a muchas personas que cuando llegan a la madurez suprimen o eliminan muchas de las tonterías tan propias del ser y del aparentar, de las obligaciones autoimpuestas y del tener que hacer lo ... que no quieren hacer. Por supuesto que respetando la legalidad, por muy absurda que sea en muchas ocasiones, no nos queda más remedio que respetar las leyes, incluso cuando son contrapuestas o antinatura. Con esa excepción, en muchos casos bastante simple, soy consciente de que cada vez hago más lo que quiero y menos lo que debo. Fundamentalmente hago lo que quiero con quien quiero y siempre a disposición de las personas que realmente merecen la pena, o la alegría mejor dicho.
¿En qué consiste hacer lo que uno quiere? Creo que se trata de vivir tu vida sabiendo que si tú estás pleno y eres consecuente y coherente contigo mismo también lo serás con los demás, cuando menos con aquellos con los que mutuamente mereces respeto. Fíjate: ¿cuántos amigos han discurrido por tu vida siendo auténticos? La respuesta a esa pregunta la tienes tú. Hay muchos conocidos, personas interesantes, personas con intereses de cualquier tipo, compañeros de trabajo, jefes, personas que han trabajado contigo, compañeros de estudio...
Se calcula que de media podemos llegar a conocer a unas 5.000 personas a lo largo de nuestra vida y lamentablemente con muchas de ellas uno ha tenido que actuar, en el mejor sentido interpretativo posible, para representar un papel que en realidad no se correspondía con el nuestro o en el que te veías obligado a teatralizar.
Hago lo que quiero, con el máximo respeto a idéntico comportamiento de las personas con las que me relaciono, más aún cuanto más las aprecio. Trato en este mismo sentido de prescindir de todo tipo de egos, pues esos me empequeñecen y me alejan de las grandes personas, de aquellas con las que merece la alegría dedicar mesa y mantel o un café mediante. Hago lo que quiero queriendo a los que más quiero querer porque me sale del alma el que así sea y sin mirar a ningún lado para saber si eso gusta o no gusta, simplemente me tiene que valer a mí mismo y a las personas que por mí son queridas. Hago lo que quiero con humildad, con toda la que puedo llegar a sentir, sin prejuicios, sin adscripciones obligadas, sin tenerme que suscribir al Netflix de cada uno de los que quieren contarte o que vivas su propia película y además lo hago sin sentirme culpable en absoluto por hacer eso que es lo que quiero hacer. Y, lo mejor de todo, me encantaría que tú también hagas lo que quieras y que eso sea lo que quieran los demás.
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