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Seguramente al detenerte en el título de este artículo te preguntarás qué tiene que ver lo uno con lo otro. Bueno. Pues pasa, que te ... lo voy a contar. Pienso que la vida de nuestros hijos, como también lo fue la nuestra propia, es como una partida del popular parchís. Para poder empezar a jugar a este juego tenemos que salir de casa y para ello, debemos esforzarnos para poder sacar un 5, que es el único resultado válido para poder iniciar el juego.
Una vez que comenzamos a circular por el tablero y cuántos más jugadores haya, más oportunidades de ganar y de perder nos surgirán por el camino hacia la meta. En ese trayecto podemos tener un exceso de suerte, si nos salen los tres seises y nos vamos de nuevo a casa, quizá hemos apurado excesivamente nuestras posibilidades. También tenemos la oportunidad, gracias a nuestro juego, al saber hacer y también a la suerte, de comer a otros, es decir de aprovechar oportunidades. Y también nos pueden comer, es decir que la vida nos lleve por delante en determinados aspectos y nos veamos perjudicados. Mientras los hijos se van fraguando y van desarrollando habilidades sobre el mejor modo de jugar en el tablero de la vida y hasta que no llegan de nuevo al final del trayecto, es decir hasta que no superan la tormentosa época de la adolescencia, no quedan protegidos en esa ascensión hasta llegar de nuevo al camino, ya seguro, en que nadie les pueda comer ni perjudicar.
Cuando alguien me habla de sus hijos, o de los míos, en función de la edad que tengan, de cómo les va al final de sus años de estudio o al principio de sus años de trabajo y ciñéndome exclusivamente a lo profesional, a cómo ganarse la vida, siempre pienso lo mismo, que todavía está jugando la partida o bien éste ya está en casa, ya está seguro.
Decía antes que la vida, como en el juego del parchís, es una suma de muchas causas y en este caso se combina la naturaleza de la persona, su inteligencia, su impulsividad, las tablas que tiene para jugar en la vida, las destrezas, la estrategia, la fortaleza para resistir en una jugada determinada y, todo ello, va a determinar el éxito mayor o menor en el ámbito al que ahora me estoy refiriendo.
Quizás también el parchís se puede aplicar a la vida emocional o sentimental de una persona; nos comen o comemos, nos conquistan o conquistamos, nos frenan o nos aceleran, nos potencian o nos reducen, nos estimulan o nos limitan. La cuestión es que el tablero siempre es el mismo para todos, lo que es diferente es la partida que cada uno jugamos, cómo la jugamos y el resultado que al final conseguimos. ¡Buena partida!
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