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Por muchas razones podemos pensar esto algunos días nada más despertarnos. Es posible que la enfermedad haya hecho mella en nuestro cuerpo o en nuestra mente; también lo es que estemos convalecientes tras una operación, o simplemente que nos duela la cabeza, que nos duelan ... las emociones, las que nos limitan, o que el deseo de trabajar, por la insatisfacción que nos produce, esté en su mínima expresión.
Todas estas dificultades favorecen lo que se denomina absentismo, que no es otra cosa que las ausencias laborales por algún tipo de incapacidad temporal para desempeñar nuestro trabajo o el puesto que nos corresponde. El absentismo, como todos entendemos, implica que una persona que forma parte de un engranaje, de un equipo de trabajo o de una línea de producción, falta durante determinado número de días y, por tanto, provoca un incremento en los costes del Estado, de la Seguridad Social y también de la empresa, que tiene que sustituir a esa persona con las dificultades que ello conlleva. Según un informe de Cepyme, el absentismo laboral en España genera un coste de aproximadamente 135.000 millones de euros al año (The Objective). Este valor incluye tanto los costes directos como indirectos del absentismo. Solo los costes indirectos, que abarcan la contratación de personal temporal y la pérdida de productividad, ascendieron en 2023 a 49.700 millones de euros. Cantabria, por ejemplo, en absentismo industrial y con una tasa del 8,5 %, es la segunda más alta del país. Lo más preocupante del absentismo es que desde la pandemia viene creciendo año tras año.
La verdad es que no hay una causa única que justifique el absentismo. Entre otros factores, podemos contemplar los efectos de la pandemia, los problemas de salud mental (ansiedad, estrés y depresión) que padecemos de manera incremental, los excesos en cuanto a exigencia laboral por parte de algunos empresarios y los abusos, permitidos por la legislación vigente, de algunos trabajadores que, pudiendo trabajar adecuadamente, prefieren no hacerlo. Ahora bien, lo más llamativo es que existan empresas o industrias en donde el absentismo es prácticamente inexistente y otras en donde se llega a cifras del 16 o del 18 %, y esto, en mi opinión, es única y exclusivamente atribuible a la gestión que desde las empresas se lleva a cabo: exceso de carga laboral, políticas retributivas inadecuadas, falta de estímulos para motivar al empleado, falta de reconocimiento al trabajador, perfiles funcionales poco definidos o inadecuados; en definitiva, sin una política manifiesta para conseguir el bienestar laboral de las personas, con incentivos no solo económicos, para un buen desempeño, satisfactorio para la empresa y el trabajador.
Hay empresas que podrían ahorrar cientos de miles de euros con una gestión acertada y empleados que estarían mucho más satisfechos.
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