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Tuve la suerte de seguir online la presentación del último libro del doctor Mario Alonso Puig, 'El camino del despertar', y escuchar al autor. En ... esta ponencia se me quedó grabada una frase que, más o menos, decía así: «La peor decisión que uno puede tomar, cuando se relaciona con otras personas, pensando sobre todo cuando trabajamos, es decidir brillar antes que iluminar». De hecho, esta frase la compartí con directivos de una gran empresa en noviembre del año pasado y a muchos de ellos se les quedó grabada, como a mí.
Lo he escrito en varias ocasiones últimamente y es que los egos son el peor enemigo para la relación social, para el entendimiento con los demás, para poder compartir ideas creencias y opiniones y sobre todo para trasladarlo de manera útil a otras personas. Ninguno de nosotros estamos libres de la tiranía del ego; en mi caso particular intento ser plenamente consciente cuando viene una de sus oleadas para no hacerle caso, para relegar al ego al lugar que debe tener en las profundidades abisales. Cuando prescindimos del ego y, efectivamente, decidimos no brillar, no destacar, no presumir de nuestros logros y menos de nuestras posesiones –que siempre son perentorias limitadas y materiales– es en esos momentos en los que quien nos escucha es capaz de impregnarse de aquello que tratamos de trasladar, sin ninguna pretensión más allá de la de aportar luz en base a los conocimientos limitados que uno puede tener en cada momento. Me encantaría poder concluir que siempre que interactúo contigo a través de estas torpes palabras o con cualquier profesional, empresario o cliente, lo hago con ese espíritu de aportar aquello que has podido aprender de otros, de tí mismo, de experiencias o de lecturas de tantas fuentes que nos permiten generar ese conocimiento.
Por supuesto que cuando hablo de iluminar lo digo, no desde la perspectiva de que uno tenga muchos más conocimientos que otros, sino que en un momento determinado esas personas cuentan con otros condicionantes que tú no tienes y que a ti te permiten ser una persona mucho más objetiva y por tanto enfocar la solución de un problema con esa claridad o nitidez que permite el no estar digamos que «enfangado». Como consultor siempre me he visto así, cada vez más, con esa capacidad extraordinaria de la que he disfrutado enriqueciéndome con tantas y tantas experiencias e historias empresariales, unas de éxito y otras para aprender de ellas y siempre, en la medida de lo posible, huyendo de ese lado oscuro que también tiene la brillantez.
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Ana del Castillo
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