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Shakespeare diría: esa es la cuestión. Creo que lo más oportuno, para hablar definitivamente y a calzón quitado, de cuál es nuestra tendencia política, es hablar de cuál es nuestra tendencia económica, porque es la que sustenta nuestra adscripción política a uno u otro partido. ... Y para ello, lo mejor, es tratar de describir, con las limitaciones que dan las clasificaciones, las tipologías de personas en edad productiva, no sólo reproductiva, en edad de generar valor. Esencialmente veo cuatro grupos de personas bien diferenciados:
El primero, y más limitado, es el de aquellas personas que por razones físicas o intelectuales tienen menos capacidad para poder generar riqueza con su desempeño. Estas personas, en una sociedad del bienestar, como la que deseamos, dependen del Estado.
El segundo grupo, en el que me adscribo totalmente, es el de las personas que hemos dedicado y dedicamos buena parte de nuestra vida a trabajar, a producir y que no estamos dispuestos o que no queremos, pues lamentablemente no tenemos otra opción, a sufrir las penalidades económicas de un Estado que no optimiza sus recursos y que no permite que el libre mercado actúe allá donde así sea más eficiente. Somos las personas que, desde la liberalidad, frente al intervencionismo del Estado, queremos menos Estado, más mercado y más libertad de elección con los recursos que generamos.
El tercer grupo es el de las personas que, teniendo capacidad para producir, intentan vivir dependientes de las subvenciones y ayudas del Estado y/o dedicando el mínimo esfuerzo a generar valor productivo, pero disfrutando de los mismos beneficios que el Estado revierte en prestaciones públicas a todos los ciudadanos. Este es el perfil más claro de las personas que quieren el mayor intervencionismo posible del Estado en la vida privada de las personas, como nuestra querida vicepresidenta Yolanda Díaz, que pretende imponer leyes que graben económica o funcionalmente a las empresas, en el supuesto beneficio de los trabajadores, cuando lo hace para su propio beneficio, el de sus votantes y por tanto el de los parlamentarios que con ello consiga.
Y el cuarto grupo es el de empresarios y trabajadores que dedican su esfuerzo a trabajar y a producir y están relativamente conformes con la participación activa del Estado y lo que quieren es vivir con tranquilidad, dignidad y sin sobresaltos.
En conclusión: totalmente de acuerdo con que el Estado, con nuestros impuestos, facilite la vida de los que, buenamente, no pueden ganársela. En desacuerdo absoluto con el intervencionismo de quienes quieren regular el mercado en su propio beneficio y, finalmente, a favor absolutamente de la liberalidad de mercado y de que este regule todo lo que el Estado resuelve ineficientemente. Esto es todo, no hay más, lo demás son florituras.
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