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En 2012 Drew Westen publicó un libro que ha marcado un antes y un después desde el punto de vista del comportamiento político del ser ... humano: 'El cerebro político'. Westen llevó a cabo una investigación con voluntarios estadounidenses de preferencias políticas distintas, eran republicanos o demócratas. A ambos les lanzó mensajes contradictorios con respecto a sus ideologías y la conclusión es que los partidarios de cada bloque tendían a racionalizar, justificar y minimizar las contradicciones de su grupo, mientras que exageraban las contradicciones en las que incurría su oponente. El trabajo lo desarrolló con resonancia magnética funcional y constató que cuando el sujeto escuchaba argumentos contradictorios con su líder se activaban los centros neuronales emocionales, reclutando creencias que actuaban como parches con los que mantener la ilusión de la coherencia y que por tanto salvaban la contradicción. Tras superar la incomodidad inicial, el cerebro de la persona se autopremiaba activando emociones positivas, de modo que se recuperaba la tranquilidad inicial.
En el estudio de Westen se constató que cuando la información contradecía el punto de vista político del participante las áreas del cerebro responsables del razonamiento lógico permanecían inactivas y se activaban las relacionadas con las emociones y la resolución de conflictos. Por otro lado, el cerebro, ante la contradicción, potencia la reducción de la disonancia cognitiva, es decir no solo ignoramos la información que no encaja con nuestras creencias sino que, además, producimos una respuesta emocional que permite racionalizar las contradicciones, volviendo a un estado de emocional confortable, al estado inicial.
La conclusión de este estudio es que en las campañas electorales y en los discursos políticos, para que tengan éxito, se deben centrar más en la conexión emocional con los votantes apelando a los miedos, las esperanzas, los valores y sobre todo el sentimiento de pertenencia grupal, más allá de la lógica y de los argumentos racionales.
Este es el estado de las cosas y tenemos que ser conscientes de que somos auténticos manipuladores de nuestras propias creencias, adornamos la realidad en función de nuestros intereses, porque lo que nos prima es la adscripción a un grupo en el que nos hemos sentido siempre parte activa y en donde sentimos que pertenecemos. La conclusión: es prácticamente imposible convencer a quien no quiere ser convencido, más aún con argumentos racionales y las diferencias políticas siempre van a existir porque nos vamos a encargar de que así sea. Amén.
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