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M uchas veces decimos de los hijos de otros, por sus comportamientos, que son tal cual como sus padres, de tal palo tal astilla ¿Esto ... es siempre así? En los últimos años he podido constatar que todos tenemos un referente en nuestras vidas, lo más lógico es que sea uno de nuestros progenitores, pero si nos han fallado, por las circunstancias, tomaremos como referente a un hermano, un tío o un abuelo, alguien cercano a nuestra familia que represente los valores que admiramos en una persona. Es condición humana, sobre todo teniendo en cuenta que nuestro aprendizaje siempre se produce por imitación. Si nos quedamos con la figura paterna o materna, siempre tenemos la tentación de encontrar los buenos parecidos con uno de ellos o con los dos, tanto en el plano físico como en el emocional. La genética siempre juega sus bazas y sobre todo es mucho más reconocible que el plano afectivo o el intelectual, que es el que más impacta en nuestras vidas, pero es el menos visible. Sobre todo, en este plano, mi experiencia de vida me lleva a señalar que la frase tan manida de 'de tal palo tal astilla' no siempre se produce. Por regla general, lo que he podido observar es que si el palo, siendo positivo o negativo, es el referente, imitaremos o rechazaremos ese palo desde nuestra perspectiva de astillas.
Es decir, si nuestro progenitor de referencia tiene un comportamiento que rechazamos, seguramente se haya producido algún tipo de bloqueo en nuestra personalidad, nos comportaremos justo de la manera opuesta a como él ha actuado con nosotros y en ese caso, la astilla, no parecerá salir del palo sino de otro contrario. Si el referente nos ha impactado en positivo, lo más seguro es que reproduzcamos en nuestros comportamientos eso que hemos tomado como valioso de él o de ella. También hay situaciones híbridas en donde podemos comportarnos en algunos aspectos tal cual como es el referente y en otros, que nos han generado rechazo, oponiéndonos frontalmente a ellos o actuando de una manera completamente opuesta. Esta riqueza de matices hace que nos parezcamos a nuestro padre o a nuestra madre en unos aspectos y, en otros, como digo, seamos completamente opuestos. Y la magia aún es mayor porque este tipo de comportamientos, en la mayor parte de nosotros, no somos conscientes de ello, es posible que los demás lo puedan percibir, pero para nosotros aparece invisible porque viene regulado por nuestro subconsciente y ese es muy difícil de abordar directamente por uno mismo. En cualquier caso, lo mejor es no hacer leña del árbol caído y que de nuestras astillas salgan buenos palos, en el mejor sentido de la palabra.
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Ana del Castillo
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