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Groucho Marx decía que el sentido del humor es una cosa muy seria y es muy cierto, no lo podemos perder. Si lo perdemos es que estamos minorando nuestra calidad de vida personal, afectiva y emocional. ¿Tan mal nos trata la vida como para que ... un bebé se ría 300 veces al día y un adulto sólo lo hagamos en 20 ocasiones? Juraría que hay personas que ni veinte veces, siquiera. Quisiera decirte algo en este sentido ¿Consideras que has perdido tu sentido del humor, tus ganas de reírte? Si es así, tenemos que hacer algo para enmendarlo.
Somos el país del mundo con mayor consumo de ansiolíticos y tranquilizantes, per cápita. A buen seguro que esto minora nuestra capacidad de reírnos de la vida, de las cosas, de nosotros mismos y de ponerle una pizca de humor a todo lo que nos acontece.
Efectivamente, debemos ponerle chispa y hacer bueno el refrán: A mal tiempo, buena cara. Unido a ello es bueno saber que la sonrisa es el gesto más empático que tenemos como seres humanos. El buen humor se contagia, con menos impacto que el malo (que nos predispone a la supervivencia) y si somos difusores del buen rollo conseguiremos algo muy relevante: seremos queridos, admitidos y elegidos por otras personas para acompañarlas y para disfrutar, junto a nosotros, de sus buenos momentos; ahí es nada.
De hecho creo que para poder tener un buen sentido del humor, hay que tenerlo también del amor. Amar la vida, ser capaz de amar lo que somos, para poder amar a los que queremos y desear disfrutar con ellos de lo bueno que tenemos.
Siempre he pensado que el ingenio está cerca del genio y el buen humor suele ser ingenioso. Sus formas pueden ser muy variadas: caricaturizar situaciones, reírse de uno mismo, sacar punta al lápiz de la normalidad o desconcertar con situaciones no previstas y rompedoras. Descarto la ironía en este catálogo pues tiene pincho, agrede a los demás, disfrazada de sentido del humor; éste no hiere, tan sólo busca segundas intenciones o interpretaciones con el deseo de que todos nos podamos divertir con ellas, no sólo quienes las pronuncian.
Quiero añadir que el sentido del humor es como la sal de la vida, un poco es suficiente para conseguir mucho sabor en las relaciones personales; no es la esencia de la vida pero permite desdramatizar aspectos esenciales en una vida que, además de esfuerzo y trabajo, necesita aire fresco, de vez en cuando, para llevarla con buen ánimo. Si somos buenos representantes de este sentido tendremos sentido para todas las personas que nos rodean, que es lo que más sentido da a nuestras vidas. Desde luego que el sinsentido es no tenerlo.
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