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Y en la Tierra, paz a los hombres de buena voluntad. Más bien habría que dar pan a los hombres y mujeres inocentes y de buena voluntad, pan de Oh Gaza, pan en la tierra que vio nacer a Jesucristo hace más de dos mil ... años y que sigue en guerra, igual que entonces. Más bien estamos en 'pun', en 'pim, pam, pum', a diestro y siniestro.
Desde luego que es siniestro todo lo que está ocurriendo en la tierra de Belén, en la casa de Jerusalén, en donde supuestamente todos son hermanos, pero de los de llegar a las manos; fraternidad de secuestros, asesinatos, tanques y bombas. Sí, es cierto, estamos en Navidad, en la Natividad de tal noche, como la de hoy, Nochebuena, en la que celebramos, no sabemos muy bien el qué, y tampoco sabemos muy bien qué es lo que tenemos que celebrar. El mundo, en general, no está para muchas celebraciones; guerras por doquier, desplazados, miserias, hambrunas, guerras políticas, territorialismo al límite del interés de unos pocos, todo esto es muy cierto. Pero debemos dejar un espacio para la esperanza, forma parte de nuestra esencia como seres humanos. Sin ninguna duda todos los males de la humanidad nacen en ella misma, de nuestros egos, orgullos, ansias de poder, deseos de riqueza, excesos en todos los sentidos y carencias en todo lo que nos hace humanos, no nos dejan otro recurso que el de la esperanza de que en algún momento pueda cambiar.
También es muy cierto que no podemos pensar, ni vivir, como lo hacen otros colegas de especie en tantas partes del mundo. Estamos en Navidad y me gustaría apelar, en estos días, a esos tiempos de infancia, de inocencia, de bondad, amistad, compañerismo, familiaridad y ejemplaridad, justo todo lo contrario de lo que nos hace inhumanos. Quiero pensar que, con independencia de las comidas familiares, los regalos, las cenas de empresa y de amigos, nos queda algún pequeño resquicio de celebración, no ya sólo religiosa, sino más bien espiritual, emocional, sensible, de recuerdo de todos los que ya no están con nosotros y de educación y ejemplo para todos los niños y jóvenes que nos rodean, que nos observan, que están pendientes de nuestras reacciones y a los que debemos de transmitir esos valores humanos, sensibles y cercanos que nos convierte en seres más valiosos, por encima de todas las miserias antes descritas.
De todo esto ¿con qué me quedo? Me quedo con la libertad, con la buena humanidad, que nos hace dignos de lo que somos, con las personas de bien, con el amor, con la bondad (no con el buenismo), me quedo con los deseos de felicidad, como este que te hago llegar de Feliz Navidad.
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