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Entiendo que debe estar muy arraigado en nuestra condición biológica como seres vivos capacitados y preparados para la supervivencia con un cerebro, al que yo ... me refiero como del paleolítico, nuestro comportamiento a la hora de reaccionar ante un peligro, en ese proceso de acción reacción; sólo lo hacemos cuando las circunstancias ya son verdaderamente peligrosas. Digo esto porque, en relación con la salud física y con la salud mental, es decir con lo que nos permite vivir y sobrevivir, reaccionamos y tomamos decisiones de cambio, para solucionar nuestras dificultades o problemas, habitualmente cuando ya no nos queda más remedio, es decir cuando tocamos fondo.
En este sentido, en el de no poner los medios para resolver algo, que está evolucionando de manera negativa en nuestra vida personal, afectiva o en la salud física y mental, creo que hay toda una casuística, seguramente ilimitada, de razones que nos permiten justificar la inacción. En algunos casos se trata de, como el avestruz, meter la cabeza bajo tierra y pensar que todo va a pasar y se va a resolver sin hacer nada; en otros procrastinar la solución por el esfuerzo que supone actuar; en otros, inconscientemente, negando la realidad; en otros pensando que no hay solución y en otros casos dejándonos llevar por la depresión y el desánimo.
¿Qué debiéramos hacer? En el momento en que seamos conscientes de que tenemos un problema o de que un amigo o un familiar nos lo evidencie, tomar cartas en el asunto y buscar la solución a través de un profesional que consiga resolver o ayudarnos a resolver el problema, con anterioridad a que ya se haga demasiado difícil o irresoluble. Al igual que con el cáncer, si se coge en las primeras instancias de la enfermedad, puede ser soluble o no dramático, en el ámbito de la salud mental, emocional, afectiva, familiar o de pareja, también, cuanto antes se pueda afrontar menos grave será el problema y mejores probabilidades de solución tendremos, antes de que llegue la sangre al río. Todo proceso físico o mental lleva una deriva y unas inercias y cuanto antes podamos acotar o contingentar esa involución antes podremos encontrar solución a nuestros problemas. Es cuestión de eficiencia y, sobre todo, de determinación, para coger el toro por los cuernos antes de que esos mismos cuernos nos lleven por delante.
Lamentablemente, sucede del mismo modo a nivel social. No hay más que ver lo que ha sucedido en Valencia con el Barranco del Poyo, con todas las inundaciones en donde, ahora, y no sé cuánto nos durará, ponemos todos los medios a nuestro alcance para tratar de prevenir desastres futuros, pero no fuimos capaces de resolverlo antes de tocar fondo, como acaba de suceder ahora.
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