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Suelen traer lo que pedimos; es decir, tanto sembramos, tanto recogeremos. Las buenas costumbres dicen que tenemos que pedir tres deseos. A mí me han traído todo lo que pedía: amor, bondad y generosidad y unos cuántos objetos de uso cotidiano que aparecieron cerca del ... árbol del hogar familiar. La magia y la majestuosidad de estos monarcas orientales, como el sol de cada nuevo día, representan la esperanza de los deseos que quisiéramos conseguir en el nuevo año que acabamos de empezar. Hay deseos individuales y también los hay colectivos, que son más importantes porque afectan al conjunto. De estos deseos quizá el más importante es el de la paz, en sentido amplio. Paz, no solamente como ausencia de guerra, sino como símbolo de prosperidad, de avance, de tranquilidad en una sociedad que nos acoge y que, si la comparamos con otras que en este mundo hay, nos daremos cuenta de lo privilegiados que somos. La paz tendría que reinar en la política, las empresas, las familias y, cómo no, en los países. Con esta misma esperanza tenemos que anclarnos para desear que este año, que contiene un día más, tenga un día menos de guerras, hambruna y miseria. Es despreciable como el poder de unos pocos guerreros suma a tantas tribus en los horrores de la guerra y de la necesidad, como ese espíritu imperialista cargado de egos lleva a ver quién la tiene más grande, la capacidad de guerrear.
En cualquier caso las peticiones reales siempre van en función de nuestra edad: de niños pedimos juguetes, aunque en el fondo pidamos cariño, apego y dedicación. De jóvenes pedimos ser aceptados, no ser rechazados; pedimos gustar a los que nos gustan y popularidad. En la Edad Media de la vida solemos pedir una pareja que nos quiera y a quien queramos, quizá formar una familia, adquirir una vivienda y tener un trabajo digno que nos permita ganarnos la vida. Cuando somos padres pedimos prosperidad para nuestros hijos, que no se nos descarríen, que sean felices y que sean capaces de forjarse un futuro que les permita ser libres en todos los sentidos. En la alta Edad Media empezamos a pedir un poquito de salud, seguir siendo valiosos para la sociedad, con un empleo digno que nos permita seguir ganándonos la vida hasta que llegamos a la ansiada jubilación, entonces lo que pedimos es que la magia de la vida nos permita disfrutar por todo el trabajo que hemos dedicado y disfrutar, también, de la familia que hemos conseguido sacar adelante. Y, en la última juventud, antes de llegar a ser de nuevo niños y dependientes, sólo nos queda un deseo: pedimos más días de vida. Pidas lo que hayas pedido espero que se te haya cumplido.
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