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Como si de un elefante se tratara, de hecho lo es en la simbología del Partido Republicano en Estados Unidos, Donald Trump nos está dando ... un trumpazo en toda regla, combinando un triple juego. Por un lado la estrategia de amagar cualquier tipo de comportamiento extremo, para ver cómo responde la sociedad y sobre todo su electorado; por otro los trompazos que efectivamente despliega, en un alarde de economía proteccionista sin parangón y, finalmente, el marketing político que transmite a todos sus potenciales enemigos (inmigración, importaciones, medios de comunicación no afines, etc.) para que se lo piensen dos veces antes de ir en su contra, por los efectos contraproducentes que ello pudiera provocar.
Dicho lo anterior, hay una realidad aplastante y es que un porcentaje mayoritario de los ciudadanos norteamericanos han querido que Donald Trump sea su presidente de nuevo, incluso han sido decisivos los hispanoamericanos que han preferido frenar la entrada de sus paisanos para defender los derechos de los que ya están dentro.
También distinguiría tres tipos de actuaciones suyas bien diferenciadas. De un lado están todas las medidas que, desde el punto de vista proteccionista, al final, lo que van a conseguir es empobrecer los sectores económicos que se defiendan con impuestos; el libre mercado siempre superará a cualquier tipo de contención artificial con tasas, trabas o con cualquier otro tipo de medida que adultere esa libertad económica. Por otro lado están las medidas de contención del gasto público, incluso las aportaciones que Estados Unidos hace a organismos internacionales y que no se pueden seguir haciendo pues el país no es una ong que represente los intereses generosos de sus votantes; en este caso entiendo perfectamente que se limite todo lo que la iniciativa privada pueda resolver de manera más eficiente, teniendo en cuenta además que todo lo que se subvenciona empobrece, porque limita el esfuerzo y la capacidad de trabajo para que uno lo pueda conseguir por sí mismo.
Y, finalmente, están las formas, es decir el aspecto cuasi chulesco con el que plasma sus iniciativas rubricándolas con sus firmas, tratando de darnos sopas con ondas al resto de los mortales; en este caso no estoy muy de acuerdo con esas formas, suelen llevar al fondo, en todos los sentidos.
Tan sólo hay una idea que es positiva en todo lo que hace este hombre y es que, casi con toda seguridad, apuesto a que no va a tomar ninguna medida que, en el límite, pueda ser contraproducente desde el punto de vista económico para su país, sus negocios o los intereses de todos los lobbies a los que defiende y que garantizan su presencia en el gobierno y sus propios intereses económicos, Ucrania incluida. Y la 'trumpa' sigue girando.
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Ana del Castillo
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