Alí Babá y la Agencia Tributaria

Si el contribuyente declara en demasía, la AT se pone de perfil y silba el castizo Pichi de 'Las Leandras': «¡Anda y que te ondulen, con la 'permanén', y pa suavizarte, que te den 'col-crem'!». Mas si el contribuyente se olvida de declarar lo más mínimo: una chapucilla que el fontanero hizo por 30 euros o un alejandrino que el poeta publicó en un periódico que lo declaró como pagado, al punto recibirá en casa, en la oficina, en la barra del bar o en la parada del autobús la notificación de una 'paralela', reclamándole una mayor cantidad a abonar sobre la autoliquidada, con amenaza de recargo, sanción y hasta embargo.

Así se las gastan las AT's, orillando infinidad de veces la legal recaudación (plausible) en pos de la ilegal confiscación (reprobable). En la fábula, el personaje se distorsiona, pasando de ser un decente padre de familia que roba para mantener a los suyos a ser un obseso del saqueo, un profesional del robo, un sacamantecas.

Mirándose en tan literario espejo, la perversión del sistema estimula el celo del recaudador tributario vía el PEIA (Plan Especial de Intensificación de Actuaciones), al hacer depender su bonus anual de la recaudación extra liquidada. –«¡Ábrete, Sésamo!», clama el celoso celado. Y la cueva del sufrido contribuyente se abre de par en par. Reportando al despiadado liquidador gratificaciones, ascensos, momios y otras mamandurrias.