Altamar de pinganillos

–No sé pa qué dimontris quiés, mi hijuca, ponerte tantu trapu y tantu... cosu, sabiendu que tu cuerpu es más hermosu, vistiéndole un jubón y una sayuca; tu madre cuando era rapazuca, también tenía el cuerpu muy garbosu y nunca li faltó mozu amorosu que la sacase al baile en la Tierruca, y siempre se vestía di istameñas, y calzaba sus pies con almadreñas; y unos fuertes y burdus escarpines llevaba allí arribuca, a la montaña, siempre que iba buscandu la cabaña... y nunca se pusió un par de botines».

Que le tacharan de machirulo en la prensa sería instantáneo. Y que le tradujeran hijuca por hixiña o neniña, un lujo innecesario. Más razonable sería que al representante vasco le tradujeran hijuca por el diminutivo de alaba, suponiendo que exista. O botines por botinak. Qué disparate.

En las Cortes actuales, que no son las de Cádiz, todos Dios se entiende en los pasillos sin necesidad de traductor. Salvo los que en el hemiciclo sólo se entienden a sí mismos. ¡Y ni