Angelomaquia

Sirva de aviso a la autoridad competente: tiene por héroe a Santo Toribio de Liébana, «cuyas montañas se bosquexan con un Valle, en él un Monasterio y poco más abaxo la Gruta del santo; . . . y, con motivo de una célebre romería que se dice hacerse cada año al Monasterio, las gentes del concurso ruegan al Abad y monges que obliguen a Toribio a recitar o predicar algún pasage de la Sagrada Escritura».

Se alza el telón. Acción. Cien octavas en tres autos. Ánimos en suspenso. Rostros de admiración. El santo relata la lucha de Gabriel con Luzbel, el bien contra el mal. La voz de Santo Toribio va desgranando los pasajes, que alcanzan su clímax en los triunfales versos: «Lucifer condenado á fuego eterno / cayó en lo más / profundo del Infierno». Con el cerrojazo epilogal: «Vistió el abad la estola, y con la diestra / el aspersorio empuña, y al conjuro / la tempestad calmar un tanto muestra:/ pero siéndoles puerto más seguro, / del Monasterio el rumbo se demuestra, / a donde fue Toribio en este apuro, / cantando una devota Letanía, / con que a salvo llegó la Romería».

Romanticismo aparte, el mejor modo de celebrar el Año Jubilar Lebaniego sería imprimiendo tan notable obra y representándola en plaza pública. En la explanada del Monasterio, especialmente. Donde muy de celebrar por los romeros sería ver a Santo Toribio recitando en octavas la caída de Luzbel.