Benditos benefactores

Doña Inés en buena hora alumbró a Leopoldo de Noval, quien donó 120.000 pesetas cuando dicha suma era un dineral para realizar varias obras de interés comunal. Y, muy en especial, la llegada de las aguas de la Molina. Agradecidos por tan generoso donativo, los vecinos de Cueto consiguieron que se diera el nombre de la madre del benefactor a la calle principal de Cueto. Hermosa vía septentrional de Santander.

El viernes 4 de marzo de 2011, Pedro Manuel González Toca, exalcalde del lugar, publicó en El Diario Montañés 'La dignidad de Cueto', un artículo con una entradilla aclaratoria: «De 1950 a 1970 las obras públicas en Cueto fueron pagadas por los vecinos. Hoy, se inaugura la reforma de la calle Inés Diego del Noval, signo de otro tiempo». Su conclusión es elegantemente reivindicativa. Con la sana intención de poner las cosas en su sitio, el articulista aclara «Hace varios años nos decían 'Dale, que es de Cueto' y nos avergonzábamos. Más recientemente respondemos con la cabeza alta y recuperada la dignidad: 'No elegí ser de Cueto. Nada más tuve suerte'».

Suerte de nacer en Cueto. Como Juan de Santander, grumete circular, hijo del lugar a quien los hados, que son los que escriben todas las biografías, ayudaron a enrolarse en la primera embarcación que dio la vuelta al mundo o circunnavegó el globo terráqueo. A quien bien podría dedicársele también una parada. Con nota explicativa, claro. Para evitar coñas marineras de descerebrados.