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Y fue el golpe de Primo. Cuyo centenario está pasando desapercibido. En septiembre de 1923, se editaban localmente cuatro periódicos: La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés y El Pueblo Cántabro.
El jueves día 13, este anticipa un secreto que era voz populi. En primera, ... incorpora un comentario de aúpa. Tras una conferencia telefónica mantenida a las doce de la noche con su corresponsal en la capital del reino, la redacción del medio periodístico anuncia que anda muy avanzada la preparación de un golpe de Estado. Y que en la sede del periódico, San José 15, no niegan ni afirman que esté en preparación un golpe de Estado o algo peor que se ve venir. La excusa es plausible: «¡Cualquiera echa mano de la lógica para deducir ante una época de absurdos como la que atravesamos!»
La Atalaya del día siguiente, viernes 14, resalta en primera «Gravísimos sucesos en Barcelona. El capitán general se apodera de los resortes del Gobierno en Cataluña». Como principal motivo se alega la necesidad de restablecer el principio de legalidad, cada vez más en entredicho. Nada está del todo claro. La confusión es total. Malas lenguas bien avisadas pregonan que el rey está detrás del golpe, que respalda al espadón. Por doquier, en las paredes de la Ciudad Condal lucen pasquines con el Manifiesto de Primo. Orden disciplina y ley. Paz, paz y paz.
Un día después, sábado, El Cantábrico recoge la declaración del estado de guerra y la suspensión de todas las garantías constitucionales. Comienza la dictadura de Primo. Con sarcasmo, 'Los Perfiles Cómicos' del día, sección de Fernando Segura, crucifican a los políticos profesionales, ladronazos a quienes dieron alas y rapiñaron a espuertas: «¡Se les acabó el biberón a las aves de rapiña!». En adelante, de Puerto Chico a Cuatro Caminos quien mande ronda de blancos y rabas que la pague.
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