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Mediado el siglo XIX, todo el mundo en Santander denostaba el boquerón del muelle. Cuya boquera grande, con las solaneras y las bajamares olía a inframundo marino y provocaba insufribles arcadas.

El 28.07.1865 'La Abeja Montañesa' riñe a la Alcaldía: «Y siguen los ... aromas». Refiere los provocados por el desembuche de la alcantarilla portuaria. Cuya eliminación reclama en beneficio de la higiene ciudadana. Y denuncia que en plena canícula no hay estómago que resista las emanaciones del asqueroso boquerón y que hasta las personas con más estómago se muestran incapaces de atravesar sin vomitar, en bajamar, el espacio comprendido entre el Consulado y la primera casa del señor Bolado».

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eldiariomontanes El boquerón del muelle