El camino por hacer

Con el pintor Marnay de copiloto he viajado a Santiago de Compostela siguiendo la ruta del pájaro postillón. El que sobre la cabeza de los peregrinos que hacen el Camino Jacobeo pía que te pía advierte: «Quien va a Santiago y no al Salvador visita ... al criado y no al Señor». Verdad asumida. La ovetense iglesia de El Salvador fija el principio del camino primitivo. A quienes no están al tanto del proverbio se les escusa la entrada. No a quienes avisados del mismo pasamos de largo. Perdón. Quede para otra entrar en Oviedo. El programa exige avanzar. La salida a la Virgen de la Peña, por Cabezón de la Sal, es parada obligada. En la cafetería La Retama recogemos una bolsa con dos libros: 'Historia del Lignum Crucis y del jubileo de Santo Toribio de Liébana' (2018), de Guillermo Santos Briz; y 'El Monasterio de Santo Toribio de Liébana y la reliquia de la cruz' (2023), de Pedro Álvarez. Son de considerable formato, notable porte y denso contenido y los aporta Andrés Alonso, en nombre de la Consejería de Industria y Turismo. Representando oficiosamente a Cantabria, Marnay y un servidor, los aportamos a la tribuna del V Congreso Internacional 'Las rutas de peregrinación como impulsoras del turismo global', en el Hotel Puerta del Camino, antesala del Monte do Gozo. La organización agradece con fotos y notas la entrega. Sobre cuya aportación libresca poco más pudo añadirse al ser la nuestra una embajada sin carta credencial. Que el Camino Lebaniego se promocione mal clama al cielo. En la autovía de ida y vuelta constatamos que ni una sola señal viaria invita al peregrino a acercarse al monasterio de Santo Toribio de Liébana a vivir y ganar el jubileo. Imperdonable falta. Porque al socaire del Camino de Santiago viene a cuento promocionar el Camino Lebaniego. La reliquia de la santa cruz justifica promocionar el desvío. Cantabria y Galicia son hitos del mismo camino espiritual.