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Plaza de Pombo. De Librería Gil sale un peregrino con un plano municipal que se lo come. Botas de senderismo, calcetines blancos, pantalón corto, mochila, gorro y venera. Siguiendo la ruta marcada en fosforito, toma café en Pombo y en la calle del Martillo se ... hace un lío. Lee: Marcelino Sanz de Sautuola (antes, Martillo). «¿Martillo de herejes?», pregunta. Le saco de dudas: «Tres grandes Marcelinos son honra y prez de Santander: Sautuola, Altamira. Botín, Fundación. Menéndez, Biblioteca». No entiende que la biblioteca del sabio esté cerrada. Yo, tampoco. Viene de una universidad francesa, con un apunte plastificado de la 'Historia de los Heterodoxos españoles', que me invita a leerle en alto para afinar su políglota oído: «Propagación del cristianismo en España.- ¿Quién fue el primero que evangelizó aquella España romana, sabia próspera y rica, madre fecunda de Sénecas y Lucanos, de Marciales y Columelas? Antigua y piadosa tradición supone que el apóstol Santiago el Mayor esparció la santa palabra por los ámbitos hespéricos: edificó el primer templo a orillas del Ebro, donde la Santísima Virgen se le apareció sobre el Pilar, y extendió sus predicaciones a tierras de Galicia y Lusitania.
Vuelto a Judea, padeció martirio, antes que ningún otro apóstol, cerca del año 42, y sus siete discípulos transportaron el santo cuerpo en una navecilla desde Jope a las costas gallegas. Realmente, la tradición de la venida de Santiago se remonta, por lo menos, al siglo VII, puesto que San Isidoro la consigna en el librillo De ortu et obitu Patrum, capítulos LXXI y LXXXI; y, aunque algunos dudan que esta obra sea suya, es indudable que pertenece a la época visigoda. Viene en pos el testimonio del oficio del misal que llaman gótico o muzárabe en estos versos de un himno...». Prescindo del himno en latín, admirado de que haya en el Camino peregrinos foráneos con un saber del que en España pasamos.
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