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Del celta carpagno pasa al latín carpetum (carro en forma de cesto). Y de este, al idioma utilizado por el emperador Carlos I para hablar con Dios. Sublimado como cantabrismo por la Academia, el DRAE lo define fino: «Carpancho. Batea redonda de mimbres o de ... tiras de avellano, para llevar, comúnmente sobre la cabeza, pescado, hortalizas, etc.». En mi caudaloso archivo digital, guardo PDF que desde los ayeres nutren mis ahoras, exigiéndome guardarlos entre algodones.
Libro de sumo provecho: 'Desde Cantabria: Escenas sardineras (1760-1929)', del burgalés Ramón Ojeda, con información de Castro Urdiales, Laredo y Santander, con el País Vasco esquinado. Recrea el elocuentísimo artículo 'La Sardina', publicado en 'Semanario Pintoresco Español', número 137, año 1836. Y entrañable (de verdadera entraña) resulta el número 763 (Madrid, 20.08.1908) del semanario 'El Nuevo Mundo' (1894-1933), cuya espléndida portada a lo alto y a lo bajo reza: «TIPOS SANTANDERINOS. UNA SARDINERA».
Típica y tópica figura. Atornillada al muelle como una farola de gas. Estirpe perediana, de mediana estatura y fuerte complexión. El vistoso carpancho en la cabeza, sobre almohadillado paño protector. Blusa a cuadros, semi remangada. Vestido de paño, hasta los pies descalzos. Delantal blanco y limpio como el jaspe, salvaguarda de manchas, chorreos e impudicias. Que la sardinera fuera deslenguada y descarada se presupone.
El carpancho goza en la literatura e iconografía local de amplio acomodo. García Lomas, 1949:82 se acoge a la autoridad de Pereda (cap. III, 'Sotileza'): «Y pasaba con el carpancho lleno encima de la cabeza». Talmente así luce en diversas esculturas públicas: en Santander, glorieta de Puertochico, confluencia de Tetuán, Sol, Túnel y Casimiro Sainz, 'La Sardinera', de Ruiz Lloreda. Y en Laredo, Paseo marítimo de la Salvé, 'La Panchonera', obra del injustamente ignorado escultor, escritor y orador José Ramón Gómez Nazabal. De la cual guardo el prototipo en bronce, cuya acariciada forma me trae el mejor de los recuerdos del gran amigo otañés tan tempranamente ido.
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