El cocido nuestro de cada domingo

El tal Estrada repudia la información del humorista-cumbre don Wences, defensor del queso de bola en defecto del azul de Cabrales. El cómico aplana al personal con una salida de tono muy de humorista, el cocido, nuestro plato nacional, se compone de sota, caballo y rey... Ergo: se come caballo. Y lanza un barrunto descalificador: 'El cocido es seco y estoposo, como el carácter castellano'. Contra tal reproche se manifiesta el interlocutor santanderino: «Castellanos somos los montañeses y debemos protestar, porque nuestro carácter no es seco y estoposo. ¡Húmedo y esponjoso es nuestro carácter, como la fresca fronda de los siete bosques y medio que por acá nos quedan! La mujer salada es por aquí saladísima y la sosa es otro encanto... La salada no se queda jamás triste y silenciosa.... Y ya ha visto usted en Barreda lo que hace la sosa».

¡A saber lo que referida sosa hizo en Barreda! Y en cuanto al tema medular, va de sí que el inicio de la campaña contra el honrado cocido quedó en agua de borrajas. De riguroso cocido como plato familiar eran entonces los domingos. Domingo, con sopera presidiendo la mesa. Sota, caballo y rey. Tres vuelcos, en la jerga actual: Sopa con pasta y huevo flotante, garbanzos con verduritas y compango de carne de hebra acompañado con cuanto se pega al riñón: tocino, morcilla y chorizo. La campaña contra cocido fracasó. Y el cocido siguió siendo el plato dominguero familiar por excelencia.