Conjuro de la magosta

De manera que magosta, la magosta. Y, por extensión, magostear. Que vale por hacer magosta; que es mester de magosteros. Espléndida gente que planea, organiza y lleva a cabo la magosta. Y la festiva compaña, que acude al ceremonial a ver brasearse al fuego lento de leña de bosque el fruto de los castaños.

Consignado lo esencial, cumple volver al diccionarista. Quien señala que «enterrar la bruja» es frase que se usa en las magostas y es el acto de dejar una castaña oculta entre la ceniza. Y añade que «antiguamente se decía que el ojáncano y la bruja embusterona tenían solengua (...) si no se les dejaba una castaña para probar a medias el magosto y entonces llevaban su indignación contra los magosteros a quienes perseguían con inquina». ¡Menuda tropa!

Desde tiempo inmemorial, la magosta es una fiesta brujera. Tres elementos coinciden: el fuego, las castañas y el vino. Todo en su justa medida para no acabar castaña. Y tomando, claro está, la precaución de dejar una castaña entre las cenizas para la embusterona de turno. Y si se percibe que las brujas son varias, pues varias castañas. Que también las de la escoba tienen derecho a disfrutar a placer de la magosta.

Tan mágico ritual cabría completarlo, en una próxima magosta, con mi patriótica propuesta de conjuro: «Bruja embusterona / so cabrona: / Por este vino y estas castañas, / aparta de nos la saña / que nos roe las entrañas / y haz que reine la paz y la concordia en toda España». Copas arriba, abajo, al centro y adentro.