Encuentro en Getsemaní

Conocidísima es la inspirada imagen de Salzillo, que sublima en la iconografía universal la figura del ángel que acompaña, respalda y consuela a Jesús en el Huerto de los Olivos, señalando con el índice de la mano derecha extendida la palmera donde reluce el cáliz, simbólica imagen del Padre. Y cuanto tan divina aparición sugiere en la escultura del gran imaginero barroco se sublima, asimismo, en la poesía del poeta mayor de Cantabria: «'Padre, apártame este cáliz'. / Sólo el silencio le oye. / La misma naturaleza / que le ve, no le conoce. / 'Hágase tu voluntad' / Y aunque lleno hasta los bordes, / un corazón bebe y bebe /sin que nadie le conforte. / El sudor cuaja en diamantes».

Creyentes y agnósticos se rinden ante la independiente expresión escultórica y poética, belleza en estado químicamente puro. Tal para cual. «Por fin, un ángel desciende, / mensajero de dulzuras, / y con un lienzo de nube / la mustia cabeza enjuga. / Y a la luz de las antorchas / encharca en movibles fugas / y acuchilla de siniestras / sombras el huerto de luna. / Los discípulos despiertan. / Huye, ciega, la lechuza. / Y Jesús, lívido y manso, / se ofrece al beso de Judas».

En Salzillo, el inminente motivo, la delación, aún no ha llegado, está por llegar, reserva el motivo para su inmediata obra maestra, nombrada 'El Prendimiento' o 'El Beso [de Judas]'. Frente a la cual, remedando el ocurrente humor popular cabría jocoseriamente apuntar que sin ese beso traidor nos habríamos quedado sin Semana Santa.