Estrella de las estrellas

Apartado del mundanal ruido, en el nordeste capitalino, horro de fuegos fatuos, contemplo las estrellas con perplejidad infantil. ¿De qué invisible perchero cuelgan las estrellas? ¿De qué están hechas las estrellas, tanta estrella? En verdad, nadie lo supo a ciencia cierta hasta que una mujer de una pieza, estrella de su casa, país, generación y universidad determinó que las estrellas son de hidrógeno. Su nombre: Cecilia Payne (1900-1979). Recuérdese este nombre de mujer. Para la que pido un sonoro aplauso. Una científica que destacó cuando estaba mal visto que una mujer publicara sesudas tesis doctorales. Una inglesa que fue primera en complejas cuestiones que para el común de los mortales siguen siendo un arcano. Ejemplo: «Si conocemos el espectro de emisión de un objeto sabremos inmediatamente su espectro de absorción».

En Santander, calle Tetuán, el Paseo de la Fama es una acera de estrellas. Con una estrella dedicada a famosos locales merecedores de que su nombre luzca inscrito en el icono de una estrella metálica y sólida embutida en el suelo. Nada que ver con las radiantes estrellas del firmamento estudiadas por Cecilia Payne. Cuya tesis sentó para los evos que las estrellas son de hidrógeno.

Con todo el respeto del mundo hacia los favorecidos con una estrella en la acera meridional del barrio de Tetuán, entre cuyo elenco cuento con buenos amigos, mi estrella personal, de hidrógeno y grande como el sol, es para Cecilia Payne. La humanísima estrella que desveló la composición física de las estrellas celestiales. Luminosa estrella de la ciencia que desde su cielo ilumina nuestras noches.