Feliz salida y entrada

Invariablemente. Cuando el taco del calendario del año agonizante se cambia por el del año en pañales, cambia el taco del calendario y el mundo sigue a lo suyo, terne que terne, sumido en conflictos, politiquerías, líos y embrollos. Guerras, revueltas, revoluciones, desavenencias, conflictos, pugnas entre comunidades autónomas, embrollos partidistas, quítate tú que me pongo yo.

Suenan las doce en los altos relojes de las plazas. Al ritmo de las campanadas van cayendo las uvas, los sones broncíneos se precipitan al llegar los cuartos, ya solo quedan tres uvas, dos uvas, la última... Momento de parabienes, de besos, de abrazos, de buenos deseos. ¡Feliz Año Nuevo! Tras los ventanales, cruzan el cielo los primeros cohetes, resuena la pólvora y la música ambulante.

De aurora boreal fue la despedida que al 18 dedicó 'El Cantábrico': «Otro cargo también sobre ti pesa / tragíste cuatro gordos / a Santander ¡y a mí no me ha tocado / el valor de un bizcocho! / Que has sito malo y bueno, amargo y zombo / resulta de los folios. / ¡No me atrevo, por tanto, a maldecirte / ni a dedicarte bombos! / Pero por no faltar a la costumbre / ahí te va mi responso: / ¡Adiós, poca vergüenza; adiós, granuja; / adiós, inocentón: adiós, so golfo!». Quienes no tienen razones para tirar cohetes, razones no le faltan para dolerse en sus males.