Gerardinamente habla el Pas

No importa el orden. Las manecillas del reloj. Las hojas del calendario. El decurso es lo de menos. Nadie con ojos en la cara ignora que se cuentan linealmente los sentimientos que acaecen simultáneamente, arriba, abajo, alrededor, por todo: «Ya me remanso, ya avanzo, / mieses beso, muros ciño, / aquí hurgo, allá escudriño».

Los minúsculos ojos claros del poeta son de largo y hondo mirar. El poeta sabe, porque la vida se lo ha enseñado, que la mirada es circular, abarcadora del todo en sus infinitas partes. El pasado es carne viva de recuerdo, frontera de la expectativa: «Nada. Avante a todo riesgo, / camino de Puente Viesgo, / siempre soñando en un niño».

Él es el niño. El niño nacido para la poesía del niño originario de La Vega, Vega de Pas, de la cual por la sangre el poeta sentíase carne. ¿A qué espera la alcaldía de San Vicente de Toranzo, a que bajen criaturas aladas del cielo a poner una placa con la simpar poesía andariega de Gerardo Diego? El poema es camino. De Toranzo a Vega de Pas, llevando por lazarillo al Pas tomado del brazo.