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Chumga puertochiquera: «En Santander, ciudad hermosa / hallarás Peñarvosa / donde recibe una hermosa / en amores prodigiosa. / Lleva una rosa / a la hermosa / cuyo nombre es Rosa / ... y ella te dará una cosa / muy pipiritosa / que rima con muy sabrosa. / ¡Ay, la cosa, la cosa sabrosa / de la hermosa / Rosa / que recibe en Peñarvosa!». Fácil es imaginar a los amigos de copas y coplas aplaudiendo. En el número de 1º de mayo de 1863, del Boletín Oficial de la Provincia de Santander, consta que en Peñaherbosa se encuentra la Comisaría de Vigilancia. Y, en infinidad de números de aquel papel oficial, La Rosario, fábrica de bugías, estearina y jabón, ofrece sus manufacturas en Hernán Cortés, esquina con Peña Herbosa. El que no se lava es porque no quiere. Por 160 reales se merca un quintal de jabón en barras. Aseo para un regimiento. A poco, en la entrada del día 22 de junio de 1873 de sus 'Efemérides de Santander', el abuelo de Pick, reseña: «Peña Herbosa que el sitio que ocupa era un peñascal que en rededor suyo y entre sus grietas contenía yerbas, éste creemos que haya sido su origen a juzgar por lo que antes de hacerse la calle en el lugar que ocupa la calle vimos».
El oficioso cronista vio el peñascal herboso, la peña con hierba. De donde lo de Peñarvosa. Coll y Puig, en su 'Guía' (1891), fija la calle en el tercer distrito urbano. En 'Santander (1875-1899)', Gutiérrez Colomer incorpora un suelto de 'El Aviso' (28.V.1889): «Por Peña Herbosa los vecinos veían discurrir el tren de Pombo, camino de Daoiz y Velarde, pasando frente a la iglesia de Santa Lucía, para desembocar por Martillo al apeadero y cruce al llegar al Muelle (Banco de Santander)». Hoy, en Peñaherbosa, los únicos que toman el tren son los políticos. De donde ni con agua hirviendo se les apea.
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Ana del Castillo
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