Locuaces rótulos callejeros

En el callejero local no hay calle Abadía. Cuando archisabido es que Santander se originó como villa de abadengo y que, al ser erigida en catedral su abadía, por el obispado mereció ser elevada la villa a condición de ciudad. Una calle nombrada Abadía de Santander o Abadía de los Santos Mártires, Emeterio y Celedonio, por donde la catedral sería un buen guiño al pasado. Y, por extensión, una calle dedicada al abad don Joseph de Loaysa. Quien por el año 1307 redactó los Estatutos para su gobierno.

Gracias a Amós de Escalante y a José Antonio del Río Sainz, naturales y vecinos de Santander, se tiene cumplida noticia de los abades que desde el siglo XI en adelante florecieron por estos pagos. Desde el remotísimo Alfonso Fernández («abbas Sacti Emetherii ac Celedonii», que consta en privilegio otorgado en Valladolid, a 24 de abril de 1089, por el rey Alonso VI, hasta el último de la lista, Francisco Javier de Arriaza, último abad de San Emeterio y primer obispo de Santander. Quien, preconizado por el papa Benedicto XIV, tomó posesión de la diócesis el 26 de mayo de 1755. Permaneciendo al frente hasta su sentido fallecimiento, el 13 de noviembre de 1761.

La historia se hace sola. Y se escribe, escribiéndola. También en los rótulos de las calles.