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Tomo prestado el capitular de mi buen amigo y hermano en las letras Santiago Delgado, quien en su libro 'Ludibria mortis' (Enterramientos en la Catedral de Murcia) incluye el capítulo Jerónimo Quijano (1553), que literalmente transcribo: «Inserta en la parte exterior del Coro, en el ... lado del Evangelio, prácticamente confrontada con la de Junterón, se halla la Capilla-Altar del Patrocinio, de la Virgen del Patrocinio. A sus pies, se encuentra la humilde lápida que recuerda que debajo de ella está enterrado Jerónimo Quijano. No cabe más contraste: a un lado, la pompa y la vanidad de querer unir el recuerdo propio a la eternidad del Arte; al otro, la humildad pura de un altar, ni siquiera ahondado en el muro, sino adosado a él».
Referido autor une cuentas a su particular rosario: «Es obligado pisar, al contemplar el altar (más que capilla) la losa de blanco y febre mármol que, casi absolutamente desdibujada, apenas revela el nombre de Quijano». «Se quejan los reseñistas de la escasa noticia que sobre la vida de Jerónimo de Quijano ha quedado. Era de las tierras de Santander, de las que pasó a Burgos, acaso avalado por cierta habilidad en tallar piedras, que iba más allá de escuadrarlas. Ya aprende entonces con el maestro Bigarny. Esa habilidad le lleva a Jaén, donde secunda a Vandelvira. Y en Granada y Murcia, a los Florentín. Vivió cerca de la Catedral, lo que puede hacer suponer que se casó. Y escogió altar, que no Capilla, para su descanso eterno».
Tan exquisita reseña es consecuente con la información que por aquí vengo propalando. Casó, en efecto. Primero con la jienense Isabel de Mercado, junto a la cual yace. Quien le dio significadísimos hijos. Biencasados todos con notables de aquella ciudad. Mención aparte merece el nombramiento de su hijo, en 1559, como inquisidor general del reino de Galicia. De lo cual otro día.
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