Mulatas a mano

Así se explaya, como un libro abierto, el Bar-Restaurante La Mulata; Tetuán, 1. De donde tomo el introito. El pintor Marnay recuerda haberlas atrapado, o visto atrapar, por Bikinis, Los Peligros, San Martín de Abajo y, en general, por muelles, quebrantas y escolleras. Por Los Molinucos, las sitúa «El domingo de Sinsenando» (Hoja del Lunes; Santander, 08.07.1951), cuyo autor Z (sinónimo acaso de Simón Cabarga) cuenta el cómico suceso de un mulatero algo chapuzas.

Gozando del rojo sol de poniente, la fortuna le otorga el favor de unirse al juego de unos chavalucos que de las rocas sacan a mano mulatas de considerable tamaño. Deseoso de retornar a la infancia, el maduro individuo se descalza, se remanga los pantalones y forma grupo con la chavalería. Pronto, también él mete las manos entre los peñascos y extrae mulatas prendidas de los dedos. Entusiasmado por las capturas, se adentra más y más, con tanta impericia que pisa una roca con verdín, resbala, cae y sale del mar hecho una sopa. Repuesto del susto y sin posibilidad de obtener ropa seca retorna avergonzado al centro por el Alta, ocultándose de amigos y conocidos por parecerle poco apropiado para un hombre de bien que peina canas regresar a casa hecho una birria.

Cuenta el narrador que esa noche el santanderino de toda la vida no va de bares con la cuadrilla. Temblando en cama, entre infusiones y aspirinas, se deshace en estornudos. En los umbrales de una más que probable pulmonía.