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El nombre surgió espontáneamente, allá por los noventa del siglo pasado, cuando las prejubilaciones a gogó se hicieron moneda de curso legal. Nunca los tiempos vieron algo semejante. Gente joven, muy joven, que se prejubilaba con el cien por cien del sueldo (o casi) a ... los cincuenta y tantos años de edad. «Vacaciones pagadas», que salmodiaban los favorecidos. «Vivo sin nadie que mande en mi real persona, con las veinticuatro horas del día, todos los días del año, a mi entera disposición. Una gozada que ni en mis mejores sueños podría haber imaginado».

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eldiariomontanes El paseo del jubilata