La perversión del sistema

El bien y el mal son antagónicos. Y, consecuentes. No hay invento humano que otro ser humano no se apresure a prostituirlo, utilizándolo para el ... mal. El teléfono móvil es una bendición del cielo, facilita la comunicación a distancia, a no importa qué remoto lugar. Que se utilizara sólo para el bien y no para el mal Gloria en la tierra sería. Mas en este Valle de Lágrimas lo que indefectiblemente toca es penar. Calle San Fernando. Parada Avenida de Oviedo. Dirección Cuatro Caminos. Una señorita muy locuaz se pasa de rosca contando a su remota colegui lo que cuesta 'un completo'. Absortos, los viajeros acaban sabiendo que se trata de una depilación a fondo, dejando todo el cuerpo sin vello por cuatro perras. Avenida Camilo Alonso Vega, toma el relevo un reparador que explica a otro que está hasta la coronilla de que el hilo de cobre no quepa por los roñosos conductos de las casas antiguas donde se sustituye el teléfono de cable por el de hilo. Avenida General Dávila, frente al Conservatorio. Suena el móvil propio. Un fallo. Tendría que haberlo apagado al tomar el bus. La pantalla avisa. Sospechoso de spam. Al carajo. Un pesado que ofrece una ganga. Se impone no atender el invento cuando el lobo asoma la patita. Deja de sonar. Un par de paradas más adelante, vuelve el pesado con otro prefijo provincial, frente al Conservatorio Ataúlfo Argenta. A poco, por Santa Clotilde el teléfono quiere saber qué opinión han merecido al usuario los bares frente a los cuales va discurriendo el bus. Mal de la geolocalización. En la curva de Telefónica, una nueva llamada sospechosa de spam. En la Bajada de la Encina, anuncian un masaje gratis con fruta de la pasión si se asiste en pareja a una charla con derecho a copichuela de cava. Qué cruz de televendedores.