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En 1965, una rumba, con letra, música y arreglo de Sarmiento, sonaba en la radio por todas partes, entonada por el almeriense con alma más ... canora que recuerdan los tiempos: Manolo Escobar, acompañado a la guitarra por sus hermanos, que eran tres pero parecían más: «Me siento rey / de los pájaros cantores. / Tras de la reja / no paro de cantar. / Yo soy feliz, / porque no sé de rencores, / aunque he perdío / mi plena libertad. / Nada me importa la pena / ni lo que diga la gente. / He de llevar mi condena / como los hombres valientes. / Estribillo: Por un beso que le di en el puerto / a una dama que no conocía. / Por un beso que le dí en el puerto, / han querido matar mi alegría. / Por un beso que le di en el puerto / me encuentro metío en esta prisión. / Si lo llegan a saber mis huesos / le lleno de besos hasta el corazón». En Cuatro Caminos, la entonaban los penúltimos barberos; en Puerto Chico, los lobos de mar retirados; en Río de la Pila, los camareros con bandeja en equilibrio; en el Mercado de la Esperanza, los pescaderos; y por doquier, quien se venía arriba: «Pidiendo estoy / que me saquen de la trena, / porque del puerto / jamás me apartaré. / Requiebraré / a española y a extranjera / y si me dejan, / también las besaré. / Porque los hombres de España / somos así de galantes, / y aunque nos partan el alma, / siempre nos ríe el semblante. / Estribillo: Si lo llegan a saber mis huesos / le lleno de besos hasta el corazón». Si el chulangano Rubiales acaba en la trena, cambiando beso por pico y puerto por palco ya sabe lo que cantar.
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