Plaza de la Libertad

Teóricas manos en alto teñidas de blanco. Con un «¡Basta ya!» en los labios y en los corazones. Mañana soleadísima. Regalo otoñal. Manifestación contra la ley de amnistía, los pactos con los independentistas y demás enjuagues. En el templete central, se congregan los peces gordos que han de largar por el pico. Concurren unas veinte mil personas. Mogollón de padres e hijos envueltos en la enseña nacional. En los quioscos se han agotado las existencias de la bandera que ensalza la copla: «Banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda». Hay manifestantes con patinete plegado o bici de la mano. Y perritos con capas y viseras rojigualdas. Suena el himno nacional y los nostálgicos de la mili, se cuadran, buscan el pecho con la barbilla y escuchan con los ojos entornados, que es como mejor se oye lo que interesa el alma.

Tras el himno nacional, coro de consignas: «Vosotros, mirones, bajad de los balcones», «No nos mires, únete», «España no se vende. España se defiende», «España unida, jamás será vencida», «Yo soy español. Los tiranos y traidores a prisión», «Que te vote, Chapote», «No y no a los enemigos de la Nación». Y así...

Coreando consignas, la multitud tira hacia Pereda, siguiendo el orden impuesto por las vallas. Nadie se sale de tiesto. La lengua va donde pica la muela. Frente a la Delegación del Gobierno, la muchedumbre entona un «¡Tururú!». Y sigue hacia el Ayuntamiento, con previsto apeadero final en Vargas. Donde, frente a la sede del PSOE, los manifestantes evocarán el tiempo decimonónico en que Pombo se llamó Libertad.