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En el Alto de Miranda no queda un árbol de fuste en pie. El existente ante la taberna del Vicario de Miranda, al que trepaba por una escalera de mano el tabernero que ganó fama despachando vinos con el parte del tiempo, voló del mapa ... como vuelan los arcángeles en los Beatos cuyos facsímiles enjoyan mi biblioteca de Cantabria Mítica. A quienes pregunto por la taberna, el tabernero, el árbol de las predicciones, alzan los hombros. Vivir en la ignorancia procura felicidad a los enemigos de rascarse la melondra ¿Qué importa hoy saber si la taberna existió en tiempos de Amós de Escalante y, si acodado en la barra, alternó éste con su alter ego Juan García, y si el Vicario de Miranda ante el común vino compartido les anunció que avistaba inminente la llegada del viento que suena a Fleta en los balcones y que traslada las persianas urbanas al chirriante momento previo al concierto en que los músicos ponen a prueba sus instrumentos para la representación?

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