Potajede vigilia

En la ciudad de Santander y alrededores, basta con echarse a la calle para comprobar cómo se ornan de tiernas hojas las ramas de los árboles de sombra y de frutecidas flores los frutales. Los periódicos actuales ya no traen en primera la onomástica del día. Tal asepsia priva al lector de saberes que antes obtenía de primeras.

Querámoslo, o no, el calendario occidental es judeo-cristiano. El tiempo de Cuaresma (quadragésima, cuarenta días de preparación de la Pascua) marca la estación y sus afanes. Mas pascua florida, ayuno y abstinencia son hoy cosa de abuelitos para los jóvenes. El potaje de vigilia, inevitable antaño, ha desaparecido de las mesas familiares y ni por asomo figura en las cartas de los restaurantes que pregonan cocina de mercado, platos de cuchara y similares nonadas. Y del potaje de vigilia (o de cuaresma) ni media. Garbanzos, bacalao, acelgas, aceite de oliva y huevo cocido en rodajas, dándole color, olor y sabor al plato. Cazuela de barro al medio. Guiso inevitable en Semana Santa. Con buñuelos de bacalao como entrante. Y un aviso para los devotos de pantagruélicos cocidos tocineros: «A moderarse toca, amigos. Que tiempo habrá de echarle chon a los garbanzos».