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Hubo un tiempo en que buena parte de la población española se sometía voluntariamente al rito anual del Miércoles de Ceniza. Los creyentes iban a la iglesia a que el sacerdote les pusiera la cruz de ceniza en la frente por firme fe religiosa. Y ... otros, por costumbre. Salir de la iglesia con la cruz de ceniza en la frente y llevarla a todas partes hasta que la cruz de ceniza se borrara sola era un timbre de gloria, algo que ni se ocultaba ni se exhibía, simplemente era así. Tal cual se cuenta.

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eldiariomontanes De lo sacro a lo profano