San Beato el beatero

Si la lógica imperara en los asuntos humanos, el 19 de febrero de todos los años de Dios tendría que ser fiesta grande en Liébana; sonada fiesta con romería y fanfarrias, rabeles y gaitas, dulzainas y panderetas. Y fiesta mayor, también, en toda Cantabria; civil y religiosa, con autoridades y pueblo llano, compartiendo el pan, el vino y la palabra, la copla, la música y la danza. Pues no se me ocurre nadie mejor, con más mérito y crédito universal, para ejercer el patronazgo de la tierra que san Beato de Liébana; así referido en Diario sagrado (1749:100) con una entrada enciclopédica que, con ortografía ligeramente mejorada, seguidamente ranscribo para general aviso.

SAN BEATO, CONFESSOR. A 19 de Febrero. San Beato, natural de las Montañas de Asturias, y hijo de padres cristianos, no solo fue Beato en el nombre, sino también en las obras de virtud, que continuamente ejercitaba, por las cuales llegó al superior grado del sacerdocio. Gastaba su vida en los asperísimos montes asturianos, ejercitándose en el estudio de las Sagradas Letras. Llegó a su noticia, que Elipando, arzobispo de Toledo (doctrinado de su maestro Feliz, obispo de Urgel, francés de nación) seguía la pestilencial herejía de Nestorio, y acompañado de san Eterio (que después fue Obispo de Uxama) compuso un libro contra Elipando y Feliz, impugnando su desatinado error, contra el cual, ya con oraciones, y ya con escritos, peleó, hasta tanto que consiguió se congregase Concilio en Francfort, donde fueron condenados con su herejía Elipando y Feliz. Reconocido Elipando de su error, fue al Concilio, y públicamente se desdijo, y defendió la verdad católica. Beato, después de haber vivido santamente, descansó en el Señor a 19 de febrero, año de 798.