Ser o no ser

A la hora de jugarse la vida, el ser o no ser, hay quien se lo piensa dos veces, da un paso atrás y se pone a resguardo, y quien, por contra, repara en el patriótico lema 'más vale honra sin barcos que barcos sin honra'. Partidarios de dar la vida por la independencia de la patria, se alinean aquí con su obispo, don Rafael Tomás Menéndez de Luarca, el conde de Campogiro y los bravos de la Suprema. La napoleónica condena a muerte de todos ellos se firmará en diciembre. Hay todo un verano y un otoño por medio.

En mayo de mil ochocientos ocho, Santander es una ciudad de bolsillo, con vestigios defensivos aún tan medievales como las murallas y las puertas. Para distinguirla de la plaza Vieja (o Antigua) se ha configurado la plaza Nueva.

Aquí, no hubo dos de mayo (Madrid), ni cinco de mayo (Leganés) ni 15 de junio (Zaragoza). Heroísmo, sí. Simbolizado en la espada desnuda cruzada con el estandarte patrio. Y el solemne voto de jugarse el tipo por defender el ser sobre el no ser. A muerte.