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Legión son. Gente de buen saque y fino humor. Capa verde y sombrero redondo a juego. Miembros de la Cofradía de los Cocidos de Cantabria. ... La cual va de pueblo en pueblo haciendo por la vida, como la prensa local relata con profusión.
Cuando indicada Cofradía peregrina por la región a degustar cocidos en santo capítulo, para discernir dónde lo ponen más propio, viven en anticipo lo que les espera en cada nueva estación: garbanzos o alubias (que en la variedad está el gusto) y compango para parar un tren de los que caben por los túneles.
Para su uso y disfrute, les recomiendo que lleven impreso en una servilleta la papela del escritor José Urcullo Allen (Bilbao, 1790-Lisboa, 1852). Vive Dios que el cielo fue clemente con este apóstol de la Buena Mesa y del Espléndido Comer. Todo fue escribir su 'Requiebro Poético a la Olla Podrida' (1852) y dormirse plácidamente en el Señor. Nada de extrañar si el vasco se jaló lo que en el requiebro cuenta, bien rebañado con pan y maridado con morapio.
La madre de todos los cocidos, olla podrida, cuenta con añeja literatura. Sebastián de Covarrubias, alba del diccionarismo, incluye la olla podrida en 'Tesoro de la Lengua Castellana' (1611), especulando con que su nombre pudiera venir de poderida (poderosa). Para citar a los clásicos (Lope de Vega, Cervantes, Quevedo...), se precisa un carro de tierra; espacio del que no dispongo.
En 'La Regenta', léese que Vetusta (Oviedo) es ciudad con ínfulas de grandeza y de un aristocratismo trasnochado que sólo vive pensando en un remoto pasado, dormitando tras las diarias ingestiones de «cocido» y «olla podrida». En fin, que en todas partes cuecen habas y en el Norte a calderadas.
Últimamente se mete sin distingos en el mismo saco la olla podrida, el cocido montañés y el lebaniego, la olla ferroviaria y potes afines. Mezcolanza de ardua digestión. Que el bicarbonato con sifón alivia.
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