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Por aquí no se estila vestir y desvestir la cruz. En Cantabria, se cantan las marzas: «A cantar las marzas, si nos dan licencia, vienen los marceros, como las cantaban, sus padres y abuelos». Pero no los mayos: «Estamos a treinta, de abril cumplido, mañana ... entra mayo, hermoso y florido. Esperando estamos, luz de la mañana, ver el cielo abierto, el sol en tu cara». Ambas celebraciones responden a un mismo tirón emocional: celebrar la entrada de una nueva estación, el buen tiempo. A lo que la Fiesta de la Cruz añade la expresión del sentimiento cristiano patrio que viene del tiempo de la Reconquista.
Cae la última hoja del calendario de abril y la primera hoja de mayo reseña una celebración en la que se mezcla lo popular y lo religioso. El centro y los barrios de ciudades y pueblos se preparan para festejar las Cruces de Mayo, Los Mayos. Festejo que en la España más castiza también se conoce como 'vestir de flores las cruces'. A cuál más y más vistosamente y con más gracia expuesta en una pared para que ante ella se rece cantando los mayos, sin que falte el galanteo: «Alegrarse mozas, que mayo ha venido. Ha venido mayo, bienvenido sea, para las hermosas y para las feas».
De Lope de Vega pervive una cuarteta con eco pasiego: «Hace un mayo que jamás / se vio tan notable mayo. / Desde el nevado Moncayo / hasta los montes de Pas». En cuanto a la memoria oral, no consta que en la ciudad de Santander se celebrara la fiesta de la Cruz de Mayo con cruces florales adosadas a las paredes. Salvo, acaso, en el Alta, en el convento de monjas de Santa Cruz, antes de convertirse en Tabacalera. Que en Santa Cruz de Bezana se celebrara tendría toda la lógica del mundo. Y en el entorno de la catedral capitalina, también.
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