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El viaje de los viajes. El primero. El inolvidable. El que todo ser humano recuerda. El que va con uno, siempre con uno, en uno, ... por más años que discurran, allá donde se vaya o se esté. El viaje de la cuna a los brazos de la madre, al pecho materno, al humor nutricio. Y el viaje del suelo al hombro del padre. Como tan tierna y evocadoramente plasmó María Zambrano en una carta enviada el 8 de noviembre de 1986 a los alumnos de 6º de EGB del colegio público de Almería: «De Vélez-Málaga me marché a los cuatro años / llevando conmigo indelebles recuerdos. / En el patio de mi casa aprendí a «viajar» / desde el suelo hasta el hombro de mi padre. / Tengo una fotografía que me mantenía en alto, / y en el tacto el olor de la corteza del limonero, / y su perfume en mi alma. Y aquel pozo al que / me caí, y aquel agua profunda, clara y misteriosa, / creo que ha inspirado a lo largo de mi ya larga / vida muchos escritos y aún de mis ideales».

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