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Calle Cervantes arriba y abajo, paseo en una bolsa negra de Misako un tomazo que me ha regalado Francisco González de Posada, exrector de la UC, compañero de academia y abanderado de causas imposibles: «El Inxeniousu Fidalgu don Quixote de la Mancha», traducido al patsuezu ... por Manuel Gancedo Fernández, edición reducida de Vincenti (1905). Amichi, Santander, 2023. Av. Candina, 24.
Lo que, en su merecido cielo, el alcalaíno don Miguel de Cervantes y Saavedra, opine del arranque de su inmortal obra me gustaría saberlo: «N'un tsugar de La Mancha de nome que más val nun acordarse, nun fai muitu tiempu vivióu un fidalgu d'adarga viecha, xamelgu esgalicháu ya galgu curredor».
Tengo Quijotes en más idiomas que existen, fruto de mis andanzas por esos mundos de Dios. Desde luego de la existencia del patsuezu o faliella no tenía ni repajolera idea. Gracias a este Quixote doy en saber que es una de las cuatro variantes del asturleonés, área del astur occidental, del que existe un Diccionario que tendré que procurarme para transitar sin perecer en el intento por el intrincado bosque del habla de Laciana.
En cuya respetable lengua, santamente concluye así el libro localista más universal de todos los tiempos: «En fin, chegóu el últimu día de don Quixote, dispués de recibius tous lus sacramentus ya dispués de haber aborrecíu cun muitas razones de lus tsibrus de cabatserías. Alcuntránduse l'escribanu presente ya dixu que nunca habia tseídu en algun tsibru de cabatserías que algún cabatseiru andante morriera na sua cama tan sosegadamente ya tan cristianu comu don Quixote, el cual, entre cumpasiones ya tsagrímas de lus que atsí s'alcuntraban, diou sou espíritu: quieru decir: morriou».
¿Morriou don Quixote, el caballero de la triste figura? Imposible. Su inmortalidad le mantiene a salvo. Don Quijote no ha estirado la pata, permanece tan vivo como el primer día. Firme y altivo sobre su esgalichau xamélgu. El también inmortal Rocinante.
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