Una zurda muy diestra

Llaman a rebato con lo de la zurda, una ocurrencia de los graciosos sin gracia, y en los mítines de relumbrón los del puño y la rosa hablan por boca de ganso. Todos con la misma cantinela: «He aquí la mano –enfatizan, señalándose la zurda– con la que hemos sometido a la derechona, puño de hierro en guante de seda. Y con la que pensamos seguir gobernando desde nuestro alto sitial en Bruselas.

Que cotorreen de la zurda como novedad prueba su incultura histórica. Si leyeran a mi patrocinado José Estrañi, palidecerían ante su Pacotilla del 13 de enero de 1884; que rescato por su vigente trasfondo: «Se acerca la hora suprema / de reñir la gran batalla, / sobre el difícil problema / de quien es aquí el que talla. // La votación se aproxima, / después de tanto jaleo, / para ver quien queda encima / y a quien se manda a paseo. // Todos están en la brecha / hasta que el éxito urda / si ha de triunfar la derecha / o si ha de triunfar la zurda. // ¡Ilusos! De todos modos / triunfe el blanco o el azul, / pueden desde luego todos / ir preparando el baúl!»

Obviamente no caerá esa breva. Pues no se sabe de político, profesión muy lucrativa y a salvo de condena judicial, que se vaya de la política si no se le ayuda a irse con aceite hirviendo. ¡Y ni con esas!

En los tiempos del cuplé, prosperó en Santander la Taberna de la Zurda. Regentada por una tabernera muy diestra con la zurda mano.