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El posible regreso de Carles Puigdemont, en aplicación de la ley de amnistía, unido a la precariedad parlamentaria de ERC, incapaz de aprobar los Presupuestos de la Generalitat, determinaron la decisión de Pere Aragonès de convocar elecciones anticipadas. Si los comicios se hubiesen celebrado cuando ... tocaba, en febrero de 2025, Puigdemont se habría paseado triunfalmente por toda la geografía catalana como héroe del independentismo, cosa que no podrá hacer ahora.
Las autonómicas catalanas, a diferencia de las vascas, tendrán un impacto directo sobre el tablero político español derivado de la radical oposición del PP a la ley de amnistía. Una eventual victoria de Salvador Illa supondría un balón de oxígeno para Pedro Sánchez y su estrategia de «hacer de la necesidad virtud» en su relación con los independentistas catalanes, de los que depende su presidencia y que le han obligado a postergar la tramitación de los Presupuestos del Estado. Un escenario paradójico, pues, en el momento de mayor debilidad electoral de las fuerzas secesionistas, como se vio en las últimas municipales y generales, es cuando tienen mayor capacidad de incidencia en el Gobierno central al que han arrancado la polémica medida de gracia.
La precampaña está girando en torno a dos relatos. Por un lado, Illa, que apuesta por pasar página de la década 'procesista' que solo ha comportado enfrentamientos y división, para centrarse en los auténticos problemas económicos y sociales del país. Por otro, el discurso 'legitimista' de Puigdemont, para quien el 'procés' no se ha acabado. La ley de amnistía cierra el capítulo de la «represión» que ha paralizado al movimiento independentista y abre una nueva fase donde se reclamará el derecho a la autodeterminación. No obstante, para atemperar esa imagen radical, Junts ha fichado en el número dos de la candidatura a la empresaria de éxito Anna Navarro y ha premiado en las listas al sector 'moderado', caso de Josep Rull de la vieja Convergència, frente al ala dura de Laura Borràs o Míriam Nogueras.
Hace más de una década que las tres formaciones secesionistas (ERC, Junts y CUP) suman mayoría absoluta en la Cámara catalana. Un claro indicio del desenlace de esta guerra de relatos se verificará la noche del 12 de mayo si estas formaciones la pierden.
Esta polarización coloca a ERC en una difícil tesitura, en una incierta tierra de nadie. Especialmente, si el voto independentista se concentra en Junts, como ya ocurrió en las municipales de Barcelona, perdiendo su ligera posición hegemónica en el movimiento independentista que tanto le ha costado conseguir. Ello cuando tampoco puede mostrar una brillante hoja de servicios en la gestión de la Generalitat, jalonada por las movilizaciones del sector educativo, los funcionarios de prisiones o los agricultores y ganaderos. Esto explica la creciente gesticulación del presidente Aragonès que le conduce a formular las condiciones y la pregunta del hipotético referéndum de autodeterminación o a asistir a la cumbre de presidentes autonómicos en el Senado para defender la amnistía y «trolear» al PP.
Esta batalla por el relato no favorece a la izquierda independentista de la CUP, inmersa en un proceso de refundación tras los malos resultados en municipales y generales, parte de cuyos votantes podrían dejarse seducir por los encantos de Puigdemont. Tampoco los sondeos pronostican buenos resultados para los Comunes, que en las municipales perdieron a su principal activo político y electoral, Ada Colau, exalcaldesa de Barcelona. En las elecciones gallegas ese espacio a la izquierda del PSOE fue absorbido por el BNG y en el País Vasco podría suceder lo mismo con Bildu. No parece que esto pueda ocurrir en Cataluña. No solo porque Podemos ha renunciado a presentar candidatura, sino porque aquí no existe para ese electorado una alternativa tan clara como las que representan BNG y Bildu, que han puesto el acento de su programa en los temas sociales relegando a un segundo plano la cuestión nacional.
En sentido ideológico contrario, el PP, ahora en el grupo mixto del Parlamento autonómico con tres de 135 diputados, podría triplicar su representación absorbiendo los seis escaños de Ciudadanos y algunos de los once de Vox. Esto supondría un aval para Alejandro Fernández tras el pulso con Alberto Núñez Feijóo.
Queda pendiente la espinosa cuestión de la gobernabilidad de Cataluña. El escrutinio puede arrojar una correlación de fuerzas de difícil composición. Solo existen dos alternativas viables: reedición del tripartito de izquierdas (PSC, ERC y Comunes) o gobierno independentista Junts-ERC, con el apoyo externo de CUP. Unas combinaciones donde Esquerra ocupa una posición de centralidad, pero subordinada. En el bloque de izquierdas, el PSC sería la formación mayoritaria y en el independentista lo sería Junts, lo cual contribuye a complicar aún más las fórmulas de gobernabilidad.
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