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De asaltar los cielos a barrer los suelos. Podemos, el movimiento ciudadano nacido de la indignación, ha dejado de ser una solución para convertirse en un problema. Su inconsistencia ha hecho perder al PSOE su posición en innumerables municipios y en alguna autonomía. Su ilusión ... pasó de ser una vía de esperanza a eso, a convertirse en el trabajo de un ilusionista. Lo que nació de la indignación y del rechazo contra la política tradicional de partidos y prometía una estrategia colectiva derivó en cesarismo. Se denunciaban los poderes en la sombra y ahí está la sombra de Iglesias. Se rechazaban las ansias de poder y ahí está el cuerpo a cuerpo soterrado por entrar en puestos de salida en las listas.
A la hora que uno escribe este artículo, el puzle sigue pendiente de solución. La aritmética aconseja sin lugar a dudas el entendimiento. Las vísceras van por el camino contrario. Se ha acumulado demasiado resentimiento, odio dicen algunos. El césar que designó a su sucesora, usando un dedo al más puro estilo de Aznar, tenía vocación de marionetista. Yolanda no resultó ser una Doña Rogelia cualquiera. Desvío programático, idilio con la burguesa socialdemocracia, relajación ideológica. Pablo Iglesias se declaró partidario de tensar el Gobierno desde dentro. Era la única maniobra que veía posible para conseguir la añorada transformación, la aproximación a los cielos. La estrategia resultó fallida. Las urnas lo han acreditado. Ahora, contrarreloj, viene el trabajo de los soldadores.
Unir a los amigos que se convirtieron en enemigos. Colocar por estricto orden numérico a Errejón, a Belarra, a Montero y a los independientes destinados a insuflar oxígeno en la plataforma sumadora. La argamasa que usan para unir no es buena. La mala baba suelda mal. Con todo, es bastante probable que lo consigan. Pero si el milagro no se produce y los resultados no son de ensueño el pacto se transformará en una tarde-noche de cristales rotos. La transigencia de Pedro Sánchez con los desbarres de las ministras moradas, ha perjudicado al PSOE pero sobre todo ha perjudicado a Podemos. Lo que acaba de dictar el Supremo sobre la Ley del solo sí es sí es un baldón más. Pero no el único. Lo que nació de la calle se ha olvidado de la calle, o al menos de algunas calles. Tenían un voto prestado, un voto que venía del desengaño y que volvió al desengaño. Sumar quiere recuperar aquel espíritu. Ya no desde la acampada de la Puerta del Sol sino desde una vicepresidencia del Gobierno y con no se sabe cuántas cicatrices de los viejos compañeros en el costado. Alcanzar un cielo más bajo pero más real. Ese es el reto.
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