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A mí también me gustaría felicitar al Partido Popular y a Vox por la valentía de haber votado a favor de derogar la sectaria Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria que oculta la mitad de las víctimas de la guerra civil. En la ... reconciliación de 1978 nuestros mayores acordaron que ya era hora de perdonarse y dignificar a todas las víctimas. Honrar a todos los asesinados, de ambos bandos, me parece una buena señal de superación tanto de la historiografía franquista inicial como de la historiografía marxista posterior.
En el bombardeo del Barrio Obrero del Rey de Santander –posiblemente confundido con el Regimiento Valencia–, por 18 aviones alemanes de la Legión Cóndor, que tuvo lugar al mediodía del domingo 27 de diciembre de 1936, fallecieron unos 65 civiles. Como represalia, esa misma tarde fueron asesinados 156 presos del barco prisión Alfonso Pérez, atracado en la dársena de Maliaño de la bahía de Santander.
El siguiente relato me lo contó, hace muchos años, un profesor compañero de trabajo, Eduardo V., que era, entonces, un joven de 17 años, testigo directo pues en esa fecha estaba preso en el barco prisión. Después de arrojar bombas de mano y ametrallar las bodegas donde estaban recluidos los prisioneros, llegaron otros milicianos, capitaneados por el comisario socialista de Policia Neila, que, provistos de listas preparadas, mandaron subir de uno en uno a curas, militares y derechistas destacados. En cuanto subían les daban un tiro en la nuca. Después de acabar la lista, eligieron más víctimas al azar. A Eduardo le preguntaron: «Tú, ¿qué eres?»; «peluquero»; «Los peluqueros sois todos unos fascistas, así que para arriba». «Bueno, el que es peluquero es mi padre. Yo reparto periódicos»; «¿Qué periódicos repartes?; «Pues el Cantábrico, La Región, el Sol…, los que me piden, los que me piden…»; «Está bien, quédate». Eduardo salvó ahí la vida por muy poco.
Después, Eduardo fue uno de los presos elegidos para enterrar, en el cementerio de Ciriego, los mencionados 156 cadáveres; al finalizar presenció la disputa en la que los socialistas querían fusilar a los sepultureros, para que no sobrevivieran testigos de la matanza, y los anarquistas que se oponían con el argumento de que ya habían matado a demasiados prisioneros. Esta mortandad, casi olvidada, la recrea bastante bien Álvaro Pombo en su reciente novela, publicada en 2023, titulada 'Santander, 1936'.
A mi juicio lo correcto sería dignificar a todas las víctimas, sin ocultar las de ningún bando. Afortunadamente, el gobierno del PP de Cantabria va a derogar esa parcial Ley regional de Memoria que resucitaba una historiografía sesgada más preocupada de criminalizar a los contrarios que de buscar la verdad.
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