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En el reciente Encuentro de Academias Hispanoamericanas de la Historia, celebrado en Trujillo, el rey Felipe VI afirmó que la relación entre los hispanoamericanos «es tan honda que nos permite, incluso, hablar con franqueza de nuestras posibles discrepancias, inevitables, por lo demás, en tantos siglos ... de historia compartida, pero siempre desde el respeto basado en la amistad».
Nuestra 'amiga' Claudia Sheinbaum, presidenta de México, debiera enterase de la historia de su país antes de exigir reparaciones por algo que nunca sucedió. Anoto algunos episodios que parece desconocer.
La Leyenda Negra anti española, que tanto esgrime a pesar de haber sido desmontada por todos los historiadores serios, fue un gran bulo falso del imperio anglosajón difundido como arma para dividir y destruir la Hispanidad.
Hernán Cortés dirigió una alianza que liberó México del terror azteca, prohibió la esclavitud, los sacrificios humanos y la antropofagia. Exigió tratar bien a todos los indígenas de acuerdo con la enorme dignidad inherente a toda persona humana. Gracias a él, México dio un paso gigantesco, pasando, en pocos años, de la cruel edad de piedra al más próspero renacimiento.
Los españoles estamos encantados de pedir perdón por nuestros errores. Pero el descubrimiento de América no fue un error ni un crimen. Todo lo contrario, la aportación española a América, racial, cultural, espiritual, lingüística, económica y jurídica, fue extraordinaria. España hizo progresar a México llenándolo de catedrales, universidades, hospitales, cultura y civilización. Las Leyes de Indias, embrión de los Derechos Humanos de la actualidad, reconocieron entonces la enorme dignidad de todo ser humano.
Sí es cierto que hubo un choque epidemiológico a causa de distintas enfermedades. Pero los que sobrevivieron vieron nacer una nueva civilización, en la que había mestizaje, educación, intercambios culturales que en conjunto crearon lo que hoy conocemos como hispanidad, una Nueva España, con indígenas súbditos de la corona que tenían los mismos derechos que un castellano, y que desarrollaron una de las economías más prósperas de su tiempo que sirvió para construir las ciudades que hoy se pueden visitar en América. Un panorama muy distinto al de las colonias inglesas y belgas, donde los pueblos indígenas pasaron a ser seres humanos inferiores.
Pero con la violenta independencia de México, en el año 1821, todo se desmoronó. El imperialismo anglosajón alentó la emancipación y la división de los virreinatos hispanoamericanos, que se endeudaron y cayeron bajo su esfera económica. Los indígenas empeoraron, los logros económicos y culturales retrocedieron y el país se convirtió en una «balasera» permanente que culminó en la revolución mexicana que produjo un millón de muertos entre 1910 y 1920.
Pero los que consideramos que España es nuestra madre Patria no tenemos por qué resignarnos a asumir tantas falsedades «negrolegendarias».
Cada vez son más los hispanos que sostienen con gran orgullo: nosotros somos hijos de la Hispanidad, y nuestra madre patria es España.
Estar orgullosos de nuestro glorioso pasado s el paso inicial para una posible reunificación de la Hispanidad, no en el sentido de la existencia de una sola nación, sino algo parecido a la Unión Europea o la Commonwealth británica, un bloque geopolítico, porque, si no, seguiremos siendo mano de obra barata, despenseros de materias primas a precio de saldo, avasallados por la violencia, la corrupción, el narco y las dictaduras comunistas; el daño a los pueblos originarios, tan maltratados desde la independencia, debe revertirse. Y la respuesta a la nueva ideología indigenista neo marxista, que busca una mayor fragmentación y debilidad de los estados hispanoamericanos, no puede ser aumentar la desmembración que nos debilita más, pues ya estamos excesivamente divididos. La respuesta a la ideología indigenista tiene que ser la restitución de los derechos reconocidos a los indígenas en las Leyes de Indias, incluidas todas las propiedades que le robaron los criollos liberales anglófilos que gobernaron la mayoría de las naciones hispanoamericanas desde su independencia.
Ayer fue el día de la Hispanidad. Acabará surgiendo una rebeldía contra la opresión porque el marxismo que subyuga a numerosos pueblos de la Hispanidad, y que está detrás de las nuevas ideologías, sigue tratando de aniquilar a nuestra madre, y nosotros, sus hijos, no vamos a permitir que la destruyan.
La Hispanidad puede y debe convertirse en la cuarta pata de la mesa global en este siglo. Ahora bien, para ello debe volver a sus orígenes. Volver a la Hispanidad, es algo tan simple como regresar a la cultura católica, la suya propia, la más profunda de toda la historia y aquella que dio forma a Iberoamérica y la hizo grande durante tres siglos.
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